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Un Enero en Velouriz

El bus me deja en el puro centro del gris asfalto, pero enseguida pregunto en la ciudad desconocida por el ancho verde. Las ciudades son salvadas por sus parques y jardines, por la paz, por el silencio, por la naturaleza que podemos encontrar en ellos.

Un banco en la ciudad, un lugar tranquilo donde restablecer el cuerpo, nutrir también el alma y ordenar la cabeza. No cambio mi termo y mi recogimiento por el mejor restaurante. El firmamento Michelín bien podría estar más en la sencillez, en el agradecimiento interior, que en la sofistificación de fuera. Por lo demás, en algún rincón habrá que empezar de nuevo de cero, aclarar las ideas, elevar los pensamientos. Banco, árbol, silencio, paz… son combinaciones cada día más caras, más difíciles de encontrar en la gran urbe. He desembarcado en ella tras doce días asalvajado en Velouriz.

DE SILENCIOS, PARQUES Y TERMO

En el parque soy uno con todos los que caminan, corren, leen, comen y sacan a los perros, también con los testigos de Jehová que se aburren junto a las palomas. Benditos sean los parques y la paz imprescindible que nos regalan en mitad del barullo. Velouriz necesita muchas horas en bancos tranquilos para pensarlo y repensarlo, para visualizarlo reluciente. Para que el proyecto florezca habremos de buscar muchos jardines de por medio. El futuro de hermandad al que aspiramos requiere de mucha meditación y reflexión, sobre todo mucha pureza de Ideal y Superior ayuda para que pueda salir adelante.


CADA INSTANTE ORACIÓN


Del dicho al hecho hay mucho, mucho trecho, pero no deja de ser nuestro objetivo.... A veces podrás cerrar los ojos para imprimir si cabe más intensidad al instante. Todo en nuestras vidas puede devenir oración. Dependerá de la intención que pongamos a cada momento. Si imbuimos el presente de agradecimiento, de devoción, de conciencia…, la vida puede llegar a convertirse en una eterna oración. No necesita marcar momentos especialmente sagrados, todos lo son.

Reconozco que la vida aquí en la finca de Velouriz (www.velouriz.org) es más difícil a nivel de confort, pero también es más fácil para que devenga intensa y plena, en definitiva oración. Días como hoy de verde y de sol, pueden atraparte en una melopea sin fin.

Cuando la vida alcanza su debida atención se sume en un gozo que no deseas dejar. Asearte en el prado con el sol enfrente puede ser un sencillo y a la vez bello ritual que no te hará extrañar el baño azulejado. Ir a por el agua al pozo, recoger la leña, encender el fuego, comer al al aire libre…, puede devenir oración, por más que la mayoría de las veces olvidamos esa oportunidad que nos presenta el Misterio. Practicar el recuerdo de nos, la atención continua; tomar conciencia de que cada instante, cada gesto, cada paso, cada pensamiento.. estaba destinado a ser ofrenda, es algo de lo que nos proponemos hacer aquí, en Velouriz.

Ha cesado el martillear constante de la lluvia en el frágil techo de la caravana. Hace sol y sus rayos de invierno tienen ya la fuerza suficiente para acariciarme el rostro. Hay silencio, paz, la despensa está llena y el pozo rebosa agua tras las últimas lluvias. A la tarde astillaré troncos para que el fuego prenda con facilidad… Tengo un libro maravilloso, “El libro secreto de Jeshua” que me puede clavar durante horas sin inmutarme, que me puede llevar a las más enhiestas alturas, en la mejor compañía que pudiera soñar…

Reconozco que más difícil es que la adversidad devenga oración. Es cuando tomas conciencia de la distancia que aún nos separa de las Grandes Almas. Nada absolutamente Les turba. Con absolutamente todo son capaces de hacer oración. He ahí la alquimia reservada a los Iniciados que un día también seremos.


PIEDRA A PIEDRA

¿Cuánto tiempo aguantaremos sin caer en la tentación? Tienta comprar esos bloques grises, grandes, feos, uniformes, fiel encarnación de la civilización de la prisa. Por ahora reconstruimos con piedras. A cada hueco le corresponde una particular piedra, sólo hay que encontrarla. Siempre acaba llegando y encajando.

Levantando la ruina nos conectamos con los antepasados. Escogemos las piedras, las limpiamos, las acariciamos, las probamos en el hueco correspondiente… El trabajo tiene algo de vinculación con quienes nos precedieron. Reconstruir con piedra es de alguna forma honrar a las generaciones que en el ayer desplegaron ese esfuerzo ingente. Nuestros antepasados no cogieron ningún coche, no pusieron dirección a ningún ni Bricodepot, ni Leroy Merlin. No pasaron por otra caja que no fuera la del trabajo arduo y sostenido. A su forma, todos los materiales los pidieron a la Madre Tierra.

Vamos conociendo cómo se hace eso de los muros que nos amparan y nos protegen de los inviernos. Ensayamos no tener prisa, no desenfundar el móvil y llamar al camión cargado bloques. Aprovechamos por lo tanto las piedras que nuestros mayores escogieron, limpiaron y tanto valoraron. Alzar las piedras y colocarlas con cuidado en el lugar preciso puede llegar a ser una suerte de oración a la Tierra, nuestra Madre. Al fin y al cabo gentil y generosamente nos cede sus materiales para levantar nuestros abrigos.


SIEMPRE ACOMPAÑADOS


La lluvia martillea con fuerza el techo de la caravana en la que me encuentro. El agua se cuela despacio y silenciosa por agujeros que nunca debimos haber hecho. Me arrimo a la pequeña estufa. Busco un punto de paz, seguridad y confort en medio de la ventolera. Hoy los muros derruidos prolongarán su espera de muchos años. Las ruinas lo seguirán siendo. No sumaremos más piedras a las casas derruidas que aspiran volver a ser. Me regalo la jornada junto al fuego. La lluvia y el viento impiden trabajos a la intemperie.

Me dedicaré a lo que sé. Mi albañilería es torpe, mis tabiques siempre panzudos y torcidos. No sé si lo nuestro era la argamasa de la obra, pero sí anhelamos sumar ladrillos al mañana que estamos entre todos y todas con ilusión construyendo. Ojalá la batería me alcance, el sol de ayer cargara lo suficiente el equipo solar. Quiero escribir muchas veces las letras de “la esperanza” en esta mañana de tiempo infernal.

Todos los días me duermo caminando con Jeshua por las polvorientas aldeas de la India o por las gélidas alturas del Himalaya (“El libro secreto de Jeshua” Daniel Meurois Givaudan. Editorial Isthar). El sueño limita no obstante la andadura. Creo que es Él Quien baja mis párpados cansados, cierra mi libro todas las noches. A la mañana siguiente sólo quiero escribir para la Aurora, a pesar de los mensajes agoreros que me llegan al móvil ya desde temprana hora. Me he se sumar a Su Peregrinaje en hora más saludable y temprana. Podré así tirar más kilómetros a Su Vera. Después, cuanto escriba recibirá Su Aliento.


Sólo de nosotros depende que nuestro recogimiento sea fecundo. Me encuentro aparentemente alejado del mundo, pero la unión con la humanidad poco tiene que ver con la distancia con respecto al trajín de nuestros hermanos. Hay retiros colmados de ingente compañía. A veces es en la profunda soledad cuando se afianza la comunión global, es en medio de ella cuando nos permitimos traer a nuestra mente a tantos seres con quienes compartimos un presente único; cuando reparamos en nuestros compañeros de viaje en esta hora singular.


Trataremos de caminar, pernoctar, amanecer..., observar siempre en Su Compañía. La lluvia, el viento y el frío que amenazan nuestras caravanas, nuestro ahora, pero nos sentimos acompañados. Las nieblas persistentes en las faldas del presente nunca ocultarán nuestro horizonte de fraternidad. La crisis profunda en todos los órdenes que atravesamos, era necesaria y previa a nuestro indudable y futuro renacer. ¡Que el amor a la humanidad en todas sus formas, colores, razas, religiones…, amor que no conoce preferencias, ni bandos, ni banderas en particular, guíe por siempre nuestros pasos!

 
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